Sunak en Reino Unido niega deportaciones de inmigrantes a Ruanda previo a las elecciones | Internacional

EL PAÍS

El primer ministro británico, Rishi Sunak, sorprendió a aliados y rivales al anunciar un adelanto electoral para el 4 de julio, una decisión que ha sido objeto de críticas y especulaciones. Sin embargo, horas después de este anuncio, Sunak admitió que no será capaz de cumplir con su promesa estrella de deportar a inmigrantes irregulares a Ruanda antes de la fecha electoral.

En una entrevista con GB News, Sunak expresó que si los votantes le eligen y sigue siendo primer ministro el 5 de julio, los aviones comenzarán a despegar y se implementará el efecto disuasorio necesario para evitar que sigan llegando barcos a las costas de Inglaterra.

En ese mismo espacio, Sunak criticó a su rival laborista, Keir Starmer, quien ha prometido desmontar el plan de deportaciones. Según Sunak, Starmer cree en ofrecer una amnistía a todos los inmigrantes ilegales y desea convertir a Gran Bretaña en la entrada más suave a territorio europeo.

El equipo de Sunak es consciente de que los desafíos de su plan de deportación serán enormes. La implementación de este plan podría verse obstaculizada por recursos legales que pueden paralizar la operación. Además, no hay garantía de que el número de embarcaciones que cruzan el canal de la Mancha disminuya, desmintiendo así el pretendido efecto disuasorio que promete el Gobierno.

Esta decisión inesperada de adelanto electoral ha dejado desconcertados a muchos diputados conservadores, quienes tenían sus proyectos políticos y personales planificados para unas elecciones en octubre y noviembre.

Los retos que enfrenta Sunak son variados. La economía o la inflación, a pesar de la mejora de los datos, no van a ofrecer beneficios inmediatos a los votantes. Su plan de deportación a Ruanda parece más una amenaza que una realidad. Las encuestas no se mueven y dan al Partido Laborista una ventaja arrolladora.

Sunak también debe enfrentarse a la sombra de Nigel Farage, el político populista que más ha agitado la escena británica en la última década. Farage ha decidido no presentarse a estas elecciones y ha pedido el apoyo de los votantes al Reform Party, la formación populista que él mismo contribuyó a poner en pie.

El Partido Laborista ha revelado su eslogan para las próximas elecciones: Change (Cambio). Keir Starmer, desde que tomó las riendas de la oposición, ha demostrado una disciplina para ajustarse al mensaje que requería la estrategia de cada momento que, para sus críticos, bordeaba el aburrimiento.

Starmer promete reconstruir el país si el Partido Laborista llega al poder. Ha escogido Gillingham, en el sureste de Inglaterra, una zona rica de tradición conservadora, para simbolizar su ambición de abarcar tanto voto de clase media como logró Tony Blair en 1997.

A pesar de las encuestas favorables, los laboristas son conscientes de que no hay mayor trampa que la sensación entre los electores de que el resultado de las urnas ya está decidido. Su primer llamado, nada más comenzar la campaña, ha sido el de pedir a los suyos que no presten atención a las encuestas.

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