Las Elecciones en Estados Unidos: El ‘nuevo’ latino americano

EL PAÍS

Como ciudadana estadounidense de origen latino, he experimentado de primera mano la transformación de la identidad latina en este país. Nacida en Miami como hija de inmigrantes de Cuba y México, he vivido los cambios radicales que ha experimentado la comunidad latina en las últimas décadas. La supervivencia de la democracia estadounidense actualmente amenazada por corrientes autoritarias, se basa en gran medida en la idea de que las minorías se unirán en oposición a figuras autoritarias, como Donald Trump.

La suposición es que la experiencia de las minorías, especialmente la de los latinos, es incompatible con el trumpismo. Sin embargo, ese supuesto depende de una idea anticuada y construida de «la comunidad latina», una etiqueta que encapsula a millones de personas de diversos orígenes y etnias que emigraron a los Estados Unidos en el siglo XX. Es importante notar que esta idea de comunidad no puede abarcar la increíble diversidad y evolución de la identidad latina en Estados Unidos.

Desde la llegada masiva de inmigrantes latinoamericanos a Estados Unidos en la década de 1960, la población de origen latinoamericano ha crecido de menos de un millón a casi 19 millones en 2010. Esta población ha experimentado un proceso de americanización, donde los acentos españoles se transforman en spanglish, las banderas mexicanas se acompañan de los colores rojo, blanco y azul, y los inmigrantes dan a luz a niños con nombres que suenan estadounidenses.

A medida que la migración masiva se ha estabilizado y son los recién nacidos, y no los inmigrantes, los que alimentan la población latina de Estados Unidos, las generaciones más jóvenes están encontrando su lugar. Muchos latinos estadounidenses están adoptando múltiples identidades y se enorgullecen de una diversidad que supuestamente refleja el futuro de Estados Unidos. Más de 27 millones de latinos se identifican como multirraciales, un aumento significativo desde 2010, cuando solo tres millones se identificaban con más de una raza.

Sin embargo, otros latinos han optado por emular a la mayoría blanca, adoptando progresivamente tendencias que impulsan el trumpismo. Un mayor número de latinos votaron por Trump en 2020, tras sus cuatro años en la Casa Blanca. Los pronósticos apuntan a que esas cifras seguirán aumentando, en gran parte porque la retórica antiinmigrante y el mensaje mesiánico del republicano parecen estar encontrando eco.

En mis reportajes he reflejado la forma en que la xenofobia se cuela lentamente por la puerta de atrás en los hogares latinos. En lugar de ver a los inmigrantes con empatía o como reflejo de sí mismos, muchos los criminalizan y ven a los solicitantes de asilo como una amenaza existencial para su bienestar. De hecho, la discriminación no se limita a los de la frontera sur. Según Pew Research, más del 40% de los latinos con un color de piel más oscuro han sufrido discriminación por parte de otros latinos en Estados Unidos.

Durante la oleada migratoria posterior a 1960, los latinoamericanos recién llegados se vieron rodeados de rostros desconocidos que, de repente, encontraron un terreno de entendimiento en su búsqueda colectiva de pertenencia a Estados Unidos. De esta manera, los términos “hispano” o “comunidad latina” tejieron la ilusión de una población que siempre estaría unida por unos sueños, un idioma y unas tradiciones comunes. Pero décadas después, ¿qué ven los 62,5 millones de latinos el uno en el otro? ¿Era todo un simple mito?

Cada generación ha desafiado y ampliado el significado de las etiquetas que se nos han adjudicado. Sin embargo, las elecciones de 2024 serán una auténtica prueba para nuestra unanimidad, y revelarán si el tejido social que antiguamente nos unió es capaz de resistir la división actual. Sea cual sea la respuesta a esta pregunta, seguramente seremos testigos del inicio de un nuevo y revelador capítulo de la historia latina. ¿Qué etiqueta le pondremos?

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