El teniente general Vadim Shamarin, jefe adjunto del Estado Mayor ruso, se ha convertido en el último en una creciente lista de altos mandos militares detenidos por las autoridades rusas en el lapso de un mes. El Comité de Investigación ruso, encargado de las pesquisas, acusa a Shamarin de haber recibido sobornos “a gran escala”. Esta acusación ha sido repetida en el caso de dos altos cargos cercanos al exministro de Defensa Serguéi Shoigú y un popular general que señaló los problemas internos de las fuerzas armadas.
La presidencia rusa ha negado que se esté llevando a cabo una purga sistemática dentro del ejército. En palabras del portavoz de Vladímir Putin, Dmitri Peskov, “La lucha contra la corrupción es un trabajo constante. Esto no es una campaña, es una labor continua (…) y se lleva a cabo en todos los departamentos, sean federales o municipales”.
Shamarin, de 52 años, podría enfrentarse a una condena de hasta 15 años de prisión. Desde 2021, ha sido el jefe de la Dirección General de Comunicaciones del ejército. Su predecesor en el cargo, Jalil Arslanov, fue detenido un año antes y sigue siendo juzgado a puerta cerrada por un presunto fraude.
El arresto de Shamarin es el cuarto de un militar ruso de alto rango en el último mes. La serie de detenciones comenzó con el viceministro de Defensa Timur Ivanov semanas antes de la destitución de Shoigú. La situación se agravó después de que Putin anunciase la sustitución del ministro de Defensa por el economista Andréi Belóusov el pasado 12 de mayo. Posteriormente, fueron arrestados el general Yuri Kuztnetsov, exresponsable de proteger los secretos de Estado, e Iván Popov, uno de los generales que frenó la contraofensiva ucrania en Zaporiyia en 2023.
El politólogo Stanislav Belkovski ha sugerido que la misión más importante de Belousov como ministro de Defensa es no interferir en la purga de generales que lleva a cabo el Servicio Federal de Seguridad. Belkovski sostiene que los problemas en las telecomunicaciones del ejército, de los cuales Shamarin era responsable, han sido un factor clave en los fracasos militares rusos, especialmente en 2022.
La detención de Shamarin ha sido recibida con gran regocijo por el sector ultranacionalista ruso y ha sido utilizada por la maquinaria de propaganda rusa para culpar a los altos mandos del Estado Mayor de los problemas del ejército. La corrupción en las fuerzas armadas era bien conocida, pero nadie se atrevía a denunciarla. De hecho, las críticas al ejército pueden acarrear penas de cárcel por la ley “sobre la desacreditación de las acciones de las fuerzas armadas rusas”.
La directora del canal Russia Today, Margarita Simonián, ha compartido una anécdota en sus redes sociales sobre el arresto de Shamarin que parece indicar que la corrupción era un secreto a voces. Además, un conocido bloguero militar ruso, Andréi Morózov, también conocido como Murz, denunció en 2022 que el Ministerio de Defensa había adquirido un sistema de telecomunicaciones inútil por 275.000 rublos (2.750 euros) la unidad. Morózov no llegó a ver a Shamarin tras las rejas: supuestamente se suicidó hace tres meses después de haber sido obligado a borrar una publicación sobre las cifras reales de soldados muertos en el asalto final a Avdiivka.