El Real Madrid está un paso más cerca de la Final Four, su novena en 12 años. Un logro que subraya su constancia y su lugar indiscutible en el Olimpo del baloncesto europeo. Berlín está a solo un escalón de distancia, y el camino hacia allí parece menos complicado que el camino hacia Kaunas hace un año, que finalmente culminó en una Euroliga inolvidable. En esta ocasión, el Baskonia no puede mantener el ritmo y, gracias a otra actuación sólida y precisa, los dirigidos por Chus Mateo llevan la delantera 2-0. [101-90: Narración y estadísticas].
Los últimos 80 minutos de baloncesto del Madrid han sido de alta calidad, disipando cualquier indicio de duda. Parece que el equipo ya necesita la intensidad competitiva de los cuartos de final. Ahora, es el Campazzo inalcanzable (24 puntos, siete asistencias…), el dúo Tavares-Poirier demostrando que no hay dos torres iguales, el poder de Hezonja (a pesar de su inmadura expulsión) y la guinda del pastel que es la sabiduría competitiva de Llull, Rudy y el Chacho, quienes realmente marcaron la diferencia hace un año. Esta mezcla bien equilibrada resulta en un torrente de baloncesto. Y el Baskonia, sin chispa, sin Moneke y sin demasiados argumentos en defensa, es incapaz de contenerlo.
Mateo habló de la «ambición que lleva a mover las piernas más rápido», algo que ha echado de menos en sus pupilos en este extraño período de entreguerras. Solo hay que ver ahora a Campazzo dominando la cancha como si fuera el joystick de una videoconsola, frenando, acelerando, divirtiéndose y divirtiéndose. Fue el Facu del comienzo del curso, el que volvió de Belgrado con más hambre todavía. En esa primera mitad en la que los de Dusko Ivanovic se empeñaban en aferrarse a la noche a base de triples (10 al descanso), el Madrid respondía desde todos los flancos.
El primer golpe fue propiciado desde el banquillo por Llull y Poirier. El balear, homenajeado y liberado por su récord histórico de triples, clavó tres para empezar y encontró en el francés al dominador perfecto de la pintura. Uno encadenaba triples y el otro tapones y se unieron el Chacho para poner el más 10 (37-27) en un abrir y cerrar de ojos. Aún así, el Baskonia se reenganchó, con el perímetro como aliado, un poco de Howard y el Marinkovic de las noches buenas.
La dinámica fue similar después del descanso, con la aparición rotunda de Yabusele: un Madrid dominador y un Baskonia que no se arredraba, que se agarraba como podía, consciente de que un 2-0 es mortal (sólo el propio Madrid, el año pasado ante el Partizán, fue capaz de levantar una losa así). Pero no había manera, porque los blancos empujaban y empujaban y el dique azulgrana se resquebrajaba. Otro triple de Campazzo, otro mate a la contra de Yabu, dos más de un Tavares cada vez más cerca de su nivel óptimo estiraron la máxima (74-60) al final del tercer acto.
Y el 12-0 del comienzo del cuarto final (85-63) fue ya la estocada, quien sabe si incluso de la serie. Porque no hay resquicio en este Madrid, tan pleno (otra vez por encima de los 100) que vuelve a asustar. Todo tan tranquilo y decidido que llamó poderosamente la atención la expulsión de Hezonja. Esa cabecita le volvió a jugar una mala pasada, furioso con el árbitro Pukl hasta el punto de que tuvieron que sacarlo de la pista.