La muerte del presidente iraní, Ebrahím Raisí, y el jefe de la diplomacia del país, Hossein Amir Abdollahian, en un accidente de helicóptero ha dejado un vacío de poder en la República Islámica de Irán que ha generado una atmósfera de incertidumbre. Sin embargo, las autoridades del país han anunciado que las próximas elecciones presidenciales se llevarán a cabo el 28 de junio, poco más de un mes después del fatal accidente.
La muerte de Raisí y su séquito ha sido un golpe para el régimen iraní, que actualmente enfrenta una disminución del apoyo popular y una confrontación con Israel por la guerra de Gaza. Este evento también pone en cuestión los protocolos de seguridad de la República Islámica de Irán, ya que el helicóptero en el que viajaban fue adquirido en la década de 1970.
El líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí, quien acaba de cumplir 85 años, ha dado su aprobación para que se inicie el procedimiento constitucional para la elección de un nuevo presidente. El vicepresidente primero de Irán, Mohamad Mojber, ha asumido la presidencia en funciones y ha constituido un consejo para preparar las próximas elecciones.
La agencia semioficial Tasnim, vinculada a la Guardia Revolucionaria, ha anunciado el calendario electoral, que comenzará el 30 de mayo, poco después del final de los cinco días de duelo oficial por el fallecimiento de Raisí y sus acompañantes. Las inscripciones de los candidatos se llevarán a cabo hasta el 3 de junio, mientras que la campaña electoral se realizará entre el 12 y el 27 de junio.
En Irán, las elecciones no son sinónimo de democracia, sino un mecanismo de competición y reparto de poder entre élites y facciones, todas partidarias del régimen. Desde la llegada de Raisí a la presidencia en 2021 con los votos de solo un tercio del electorado, el poder está casi completamente en manos de los llamados principalistas, los ultraconservadores que se oponen a cualquier reforma y defienden una obediencia ciega al líder supremo.
El Consejo de Guardianes, la institución encargada de vetar a los aspirantes que no se consideran suficientemente leales a la República Islámica, jugará un papel crucial en las próximas elecciones. Este organismo, compuesto por 12 miembros, la mitad nombrados directamente por Jameneí y la otra mitad elegidos por el Parlamento, es probable que vete a todos los aspirantes reformistas e incluso a los conservadores que puedan hacer sombra al candidato elegido por el régimen.
El principal desafío de las próximas elecciones será evitar un récord de abstención que supere al registrado en las últimas elecciones legislativas, cuando solo el 41% de un electorado de 61 millones de personas depositó su voto. Si un número aún mayor de iraníes da la espalda a las urnas, eso podría minar aún más la legitimidad del sucesor de Raisí y, con ella, la de todo el sistema político iraní.
En este sentido, la abstención se asimila a un voto de castigo, una de las pocas formas de rechazo que la ciudadanía puede expresar en un sistema político y económico cuyos resortes están casi totalmente controlados por el estamento clerical y por poderes fácticos como la Guardia Revolucionaria. La baja afluencia a las urnas se interpreta como un reproche contra el régimen, sobre todo porque, tradicionalmente, las autoridades del país han esgrimido la alta participación electoral como demostración de respaldo popular.
En resumen, la muerte del presidente Raisí ha dejado un vacío de poder en Irán que las autoridades están tratando de llenar rápidamente con la convocatoria de nuevas elecciones. Sin embargo, el principal desafío será evitar una alta tasa de abstención que podría minar la legitimidad del nuevo presidente y del sistema político iraní en general.