El lunes pasado, Taiwán inauguró un nuevo líder tras la ceremonia de toma de posesión de William Lai Ching-te, un médico de 64 años. El ganador de las elecciones de enero asumirá un tercer mandato consecutivo para el Partido Democrático Progresista (PDP), un partido que ha encarnado la democracia isleña como un bastión contra la amenaza china.
Lai toma el relevo de la presidenta saliente, Tsai Ing-wen, prometiendo una política exterior constante centrada en resistir la presión militar de Pekín, bajo el mantra de la defensa de las libertades. Para este propósito, será crucial seguir estrechando lazos con el gran aliado, Estados Unidos, el principal patrocinador internacional y principal proveedor de armas de una nación cuya soberanía apenas reconocen 12 países.
En China, los funcionarios del gobernante Partido Comunista (PCCh) definen públicamente a Lai como un «agitador independentista» debido a unas declaraciones que hizo el nuevo presidente cuando era diputado, presentándose a sí mismo como un «trabajador pragmático por la independencia de Taiwán».
Ahora, el líder taiwanés ha moderado su tono. Defiende el status quo de una isla que funciona de facto como cualquier país independiente, pero asegura que su objetivo es mantener la paz con China, la superpotencia asiática que considera a Taiwán una provincia separatista a pesar de que el PCCh nunca ha gobernado en ese territorio.
Tras la toma de posesión, hubo un desfile militar y Lai pronunció su discurso respaldado por ocho jefes de Estado y representantes de segundo nivel de más de 50 países. El nuevo presidente reivindicó sobre todo la defensa de la democracia, palabra que repitió hasta 31 veces, frente a la amenaza del vecino autoritario, pero también fue más conciliador de lo esperado al pedir que la confrontación dé paso a la reanudación de las relaciones bilaterales, con el regreso del turismo y el intercambio de estudiantes.
«La democracia, la paz y la prosperidad forman la hoja de ruta nacional de Taiwán y también son nuestro vínculo con el resto del mundo. Hemos crecido hasta convertirnos en una de las democracias más vibrantes del mundo», declaró Lai.
El líder también se refirió a la continua presión militar por parte de Pekín en el Estrecho de Taiwán, donde aviones militares chinos sobrevuelan cada semana los alrededores de la isla. Lai ha calificado estas acciones como el «mayor desafío estratégico para la paz» y la estabilidad globales y ha pedido a China que «deje de amenazar políticamente y militarmente» a Taiwán.
«Insto a China a garantizar que el mundo esté libre del miedo a la guerra, que elija el diálogo en lugar de la confrontación. Taiwán no puede hacer ninguna concesión en materia de democracia y libertad», continuó.
Unas horas después de que terminara la ceremonia de toma de posesión en Taipéi, hubo una dura respuesta oficial de Pekín a través de una portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, que acusó al nuevo líder taiwanés de «incitar a la confrontación», insistiendo en que el discurso de Lai estaba en la línea de buscar la «independencia de Taiwán por la fuerza» y que lo que hace es promover la «mentira del separatismo taiwanés», algo que «está condenado al fracaso».
Además de Lai, en la ceremonia de juramento también participó la nueva vicepresidenta, Hsiao Bi-khim (52 años), uno de los principales azotes de Pekín en los últimos años. Fue embajadora en Washington entre 2020 y 2023. Trabajó en la sombra tanto con las administraciones de Trump y Biden para fortalecer los lazos. Hsiao tiene prohibida la entrada a China porque fue incluida en la lista negra de Pekín. Acusada de «colusión con Estados Unidos», ha sido sancionada dos veces por el gobierno de Xi Jinping.
Lai y Hsiao se valieron de una estrategia de miedo hacia una futura invasión del ejército chino para revalidar en enero para el PDP (con más de cinco millones de votos, el 41% del electorado) el poder en la isla autónoma, aunque perdieron la mayoría en el Parlamento, por lo que tendrán una legislatura complicada de cuatro años.
En la victoria de Lai en las urnas fue clave la fuerza de un electorado joven que apoya los avances de su gobierno en temas de igualdad, medio ambiente y LGBT. «Fuimos el primer país en Asia en legalizar el matrimonio homosexual», recordó el presidente en su discurso. Pero gran parte de la sociedad taiwanesa sigue siendo muy conservadora a pesar de la proyección de modernidad hacia el exterior.
La oposición, liderada por los nacionalistas del Kuomintang (KMT), más cercanos a Pekín, frenará fácilmente muchos de los proyectos de ley que el PDP pretende aprobar, pero apoyará al gobierno de Lai en su apuesta por un rearme que es posible gracias a la ayuda de EEUU, que no reconoce a Taiwán como un estado independiente, pero mantiene un firme compromiso bipartidista para el suministro de armas.
«Taiwán necesita al mundo, del mismo modo que el mundo necesita a Taiwán», subrayó también el presidente en la parte de su discurso en la que habló de los semiconductores, un sector en demanda donde Taipéi es la potencia absoluta gracias a la empresa TSMC, el principal fabricante mundial de los chips de mayor calidad. «El futuro que decidimos no es solo el futuro de nuestra nación, sino el futuro del mundo», sentenció.
Desde Washington, el taiwanés recibió la felicitación del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, quien dijo que EEUU esperaba «trabajar con el presidente Lai y con todo el espectro político de Taiwán para promover nuestros intereses y valores compartidos, profundizar nuestra relación no oficial de larga data y mantener la paz y la estabilidad a través del estrecho de Taiwán». Otro de los fuertes aliados de la isla, Japón, también felicitó a Lai refiriéndose a Taiwán como un «socio extremadamente crucial y un amigo importante».
El hijo de minero que estudió en Harvard
Lai es uno de los siete hijos de una familia minera de clase trabajadora procedente de Wanli, un pequeño pueblo cerca de la costa noreste de la isla. Estudió Medicina y, gracias a una beca, obtuvo una maestría en Salud Pública en Harvard. Regresó a su tierra como consultor médico experto en lesiones de la médula espinal, pero antes de entrar en la treintena colgó la bata para abrirse camino como legislador en el Parlamento taiwanés.
«Cuando era joven, estaba decidido a practicar la medicina y salvar vidas. Cuando entré en política, estaba decidido a transformar Taiwán. Ahora, aquí, estoy decidido a fortalecer a Taiwán», afirmó Lai el lunes durante su discurso.
El nuevo presidente ha pasado por casi todos los niveles de la política taiwanesa. De diputado raso a alcalde durante dos mandatos de la ciudad sureña de Tainan; de primer ministro a vicepresidente. Ahora, como líder de una nación del tamaño de Extremadura y donde viven 23 millones de personas, tendrá que hacer frente al complejo desafío de continuar luchando por la defensa de la soberanía de Taiwán.
Durante los ocho años de presidencia de Tsai, la lista de aliados diplomáticos formales de la isla se redujo de 22 a 12 a medida que China intensificaba sus esfuerzos para reducir la presencia internacional de Taiwán. A pesar de que Taipéi carece de reconocimiento diplomático en el escenario mundial, el gobierno de Tsai logró mantener buenas relaciones con las grandes democracias de Occidente, que respaldan su status quo pero que no se atreven a dar un paso más por miedo a enfurecer demasiado a Pekín.