La política española ha estado recientemente en el centro de la atención debido a un elemento sorprendente: los carriles para bicicletas, las zonas de bajas emisiones y otras medidas de movilidad sostenible. Estas medidas se han convertido en un inesperado campo de batalla en la continua guerra cultural que se libra en el país. Un caso reciente en Logroño ha puesto de manifiesto que las disputas locales pueden llevar a la eliminación de las pistas para bicicletas y a discursos agresivos que impactan no solo la cosmovisión local, sino también los fondos europeos destinados a estas iniciativas.
A pesar de las diferencias en el enfoque hacia la sostenibilidad en el transporte, es evidente que Europa se está moviendo en una dirección diferente. En lugar de alejarse de las bicicletas y formas de transporte no contaminantes, el continente las está adoptando con entusiasmo. En este contexto, Bélgica, y más específicamente Flandes, se destaca como un líder en la promoción de la movilidad sostenible.
El ciclismo es una parte integral de la cultura belga. Se puede decir que es una religión, o incluso algo más que eso. Los belgas tienen una pasión enfermiza por el deporte, desde las legendarias carreras clásicas que se celebran en la fría y húmeda primavera, hasta las competiciones de ciclocross en barro. Los campeones de ciclismo son héroes nacionales y el ciclismo es un elemento de identidad importante en la sociedad belga.
Pero el amor de los belgas por el ciclismo va más allá de la competición deportiva. A pesar de las calles empedradas, el tráfico caótico y la constante lluvia, las bicicletas son una presencia constante en las calles belgas. Las ciudades están evolucionando constantemente para acomodar a los ciclistas, desde la creación de carriles para bicicletas hasta permitir a los ciclistas circular en sentido contrario al tráfico.
La presencia de la bicicleta en la vida belga no se limita a los desplazamientos al trabajo. Las bicicletas son una parte integral de la cultura, social y familiar, similar a lo que se ve en los Países Bajos o Dinamarca. Hay carriles para bicicletas, pistas, zonas de aparcamiento y puntos de inflado gratuitos. Incluso hay vehículos de todas las formas y tamaños para todas las situaciones y familias, y las empresas ofrecen cheques ecológicos para nuevas adquisiciones.
En enero, la presidencia belga del Consejo de la UE celebró una conferencia sobre bicicletas en Hasselt. En febrero, la Universidad de Gante nombró a la norteamericana Meredith Glaser para dirigir la primera Cátedra Ciclista de la historia, un hito que va más allá de lo académico. Flandes tiene grandes ambiciones y espera que para 2040, la bicicleta represente el 30% del número total de desplazamientos. Para ayudar a alcanzar este objetivo, el gobierno está invirtiendo 300 millones de euros en infraestructuras.
Los países del Benelux, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo, creen que el ciclismo puede ser una solución a múltiples desafíos de salud, inclusión y economía. Glaser, una activista conocida, está convencida de que hacer que las ciudades sean verdaderamente inclusivas requiere «grandes gestos y decisiones radicales». En la defensa de la libertad y de las calles, la moderación es cualquier cosa menos una virtud.