El racismo y violencia que a menudo se dirige a los inmigrantes y a los residentes no blancos en Europa y Estados Unidos ha provocado disturbios internos. Esta agitación es causada por una minoría que ya no es tan minoritaria. A menudo, estos incidentes se convierten en actos de racismo, subrayando la urgente necesidad de abordar este problema profundamente arraigado en nuestras sociedades.
Para comprender y abordar este problema, es vital entender las raíces del racismo, que en muchos casos se pueden rastrear hasta las creencias anglosajonas y europeas de superioridad racial. Estas creencias están profundamente arraigadas y se basan en fundamentos religiosos, filosóficos y morales.
Sin embargo, la solución a este problema no es sencilla, ya que los racistas fanáticos están decididos a mantener sus estándares en diferentes áreas de la ética y la cultura. Los estereotipos racistas en Europa, en particular, se deben en gran medida al deseo de los europeos de autoafirmarse según sus propias definiciones de belleza y criterios estéticos, que se formaron en el siglo XVIII.
La formación de estereotipos mentales y la clasificación racial son problemas profundos y arraigados. Durante los siglos XVIII y XIX, los naturalistas e investigadores de las ciencias naturales incorporaron sus criterios no ambientales y teorías mentales en el espectro de la clasificación racial.
Un ejemplo notable es el naturalista sueco Carl Vand Lein, quien utilizó juicios mentales no científicos como factor en su clasificación racial. Consideraba a las personas blancas como innovadoras, geniales, ordenadas y reglamentadas, mientras que atribuía todas las cualidades negativas a las personas negras, considerándolas flojas, engañosas e incapaces de gobernarse a sí mismas. Esta visión social fanática prevaleció sobre la visión científica, y la superioridad de la apariencia se convirtió en un factor determinante de la superioridad humana.
La belleza se convirtió en un concepto racial, cuya definición y ejemplos incluían a la comunidad blanca. Esta visión se convirtió en un estereotipo que llevó a la comunidad blanca a considerarse a sí misma como la raza superior.
El siglo XVIII marcó el inicio del racismo moderno, una era en la que la pseudociencia reemplazó a la ciencia y los verdaderos científicos fueron reemplazados por pseudocientíficos con opiniones racistas. Muchos científicos de la época contemporánea, sin ninguna base científica, utilizaron estatuas, imágenes y escritos griegos como patrones de la estética.
La apariencia europea y los ojos azules se convirtieron en la base de la superioridad humana. Los defensores del racismo anglosajón han luchado por mantener estos estándares, ya que cualquier cambio podría desmantelar su estructura de superioridad racial.
El trato provocador a los inmigrantes, a menudo incitado por los medios, es un intento de mantener la idea de la supremacía blanca. Los no blancos e inmigrantes son retratados como primitivos, poco inteligentes y no dignos de vivir en Europa, reforzando la narrativa de la superioridad blanca.
Las acciones provocadoras hacia los inmigrantes están diseñadas para causar ira y conflicto. Los medios a menudo se centran en la seguridad en lugar de condenar el racismo, perpetuando la idea de que los inmigrantes son una amenaza para Europa.
El racismo es una ideología interiorizada en Europa que se perpetúa a través de los medios. Para resolver este problema profundamente arraigado se requiere tiempo, el apoyo de los intelectuales y los científicos, y la voluntad política. Solo entonces podremos reemplazar criterios superficiales como el color de los ojos y el ángulo de la mandíbula por principios más valiosos.
Por Mohsen Khalif