El vehículo eléctrico debe dejar de ser monofacético

En el mundo del automovilismo, cuando se habla de un coche deportivo, la mente inmediatamente evoca el rugido de un motor potente, velocidades extremas, emociones que hacen palpitar el pulso y una conducción emocionante. Sin embargo, con la creciente transición hacia los coches eléctricos, hay una preocupación latente sobre si la diversión al volante se mantendrá. Porsche, entre otros fabricantes, ha demostrado que esto es posible con la introducción de berlinas deportivas de cero emisiones que ofrecen comportamiento y prestaciones intachables.

A pesar de estos avances, los fanáticos de los coches de gasolina, los llamados «petrolheads», sienten que los coches eléctricos carecen de alma. Pero, ¿qué significa realmente que un coche tenga alma? Desde mi perspectiva, un coche con alma es aquel que ofrece una experiencia de conducción multidimensional. Tomemos, por ejemplo, el Mazda MX-5 NB, un coche que requiere una llave para abrirlo, que se arranca girando esta llave, y cuya capota se retira manualmente. Lo que realmente distingue a este coche es el sonido de su motor y la forma en que su cambio manual te involucra en la conducción, haciéndote sentir uno con la máquina. Todo es analógico, todo lo que tocas te devuelve una respuesta. Hay sonidos, hay olores. Es una experiencia visceral.

Por otro lado, un coche eléctrico moderno se percibe como un producto de alta tecnología… y aséptico. Lleno de pantallas, se arranca con el toque de un botón y su experiencia de conducción se reduce a una sola dimensión. Es como conducir un teléfono móvil. La ausencia de marchas y el silencio del motor son solo la punta del iceberg: el conductor se siente más un espectador que un participante activo. Quizá por ello, los fabricantes de coches eléctricos buscan impresionarnos con aceleraciones vertiginosas y cifras de potencia de cuatro cifras. Sin embargo, después de unas cuantas aceleraciones y de asombrar a nuestros amigos y familiares, volvemos a la realidad unidimensional del coche eléctrico.

Afortunadamente, parece haber una luz al final del túnel. Permítanme presentarles el Hyundai Ioniq 5 N. Este coche simula la presencia de una caja de cambios y el sonido de un motor, e incluso llega ‘al corte’, quedándose momentáneamente sin energía si no ‘subimos de marcha’. Aunque todo esto es artificial, los que han tenido la oportunidad de probarlo afirman que, gracias a estas características, el coche no se siente tan unidimensional como otros coches eléctricos.

A pesar de estos avances en la tecnología de los coches eléctricos, hay algo que nunca cambiará: mi amor por mi Mazda MX-5. Aunque los coches eléctricos pueden ofrecer prestaciones impresionantes y ser más respetuosos con el medio ambiente, nunca podrán replicar el alma y la experiencia de conducción de un coche de gasolina. Así que, por ahora, mi Mazda MX-5 no está en venta.

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