La crisis humanitaria en Sudán está en punto de agudizarse aún más, según un llamado urgente hecho por el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus. La nación africana, que ha sido sacudida por conflictos desde abril de 2023, enfrenta el riesgo de una hambruna masiva en las regiones de Darfur y Jartum.
La inestabilidad en Sudán se ha prolongado por más de un año, dejando al país en un estado de desastre humanitario. Más de un tercio de la población sufre de hambre aguda, y el espectro de la hambruna se cierne sobre Darfur y Jartum. Ghebreyesus expresó en su cuenta de una red social: «Es el momento de silenciar las armas y de subir el volumen de la paz».
Enfatizó que la «paz» es la «mejor medicina» para el conflicto en el que, según el enviado especial de Estados Unidos para Sudán, Tom Perriello, podrían haber muerto hasta 150.000 personas. El conflicto se inició entre el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) tras el fracaso de las negociaciones para integrar a los paramilitares en las fuerzas regulares.
Esta lucha interna ha exacerbado la espiral descendente en la que Sudán se ha sumergido desde el golpe de estado perpetrado por el líder militar sudanés Abdelfatá al Burhan. Este golpe aniquiló las expectativas de una transición civil tras la caída en 2019 del dictador Omar al Bashir.
Además de la guerra, se han reactivado los históricos conflictos intercomunitarios en la región de Darfur, en el oeste de Sudán. Esta región es ahora escenario de una campaña de exterminio de la comunidad masalit a manos de los paramilitares, herederos de las milicias Yanyauid que cometieron el genocidio de Darfur a principios de siglo. Las mujeres de la región también han sido víctimas de abusos sexuales.
Estos conflictos han obligado a más de ocho millones de sudaneses a abandonar sus hogares, de los cuales tres millones son niños. Más de 25 millones de personas necesitan alimentos y medicinas básicas, y 4,9 millones de esas personas están directamente al borde de la hambruna. Este escenario catastrófico no solo amenaza la vida de millones de personas sino que también amenaza la estabilidad regional y global, lo que subraya la urgencia de encontrar una solución pacífica y duradera a la crisis en Sudán.