El sur de Brasil se encuentra en medio de una devastadora catástrofe tras las inundaciones causadas por intensas lluvias. Al menos 73 personas han muerto y 103 continúan desaparecidas, según informes de la Defensa Civil.
La situación es particularmente grave en el estado de Rio Grande do Sul, donde más de 80.000 personas han sido desalojadas de sus hogares y se han refugiado en refugios instalados por las autoridades locales. Innumerables personas están atrapadas en sus hogares, esperando ser rescatadas.
La capital del estado, Porto Alegre, una metrópoli de 1.4 millones de personas, se encuentra prácticamente inundada. Las imágenes capturadas desde las calles anegadas y desde el aire son desoladoras: casas casi sumergidas en el agua, gente que lo ha perdido todo y un centro de la ciudad moderna completamente inundado.
Las lluvias intermitentes continuaron en Porto Alegre ayer por la mañana, y las aguas siguen avanzando sobre la ciudad. Según la Alcaldía, el nivel del río Guaíba, situado en la ciudad, alcanzó 5.30 metros, superando el récord anterior de 4.76 metros registrado durante las históricas inundaciones de 1941.
Periodistas de la AFP confirmaron un aumento en el número de áreas inundadas. En el popular barrio Sarandí, un estacionamiento de camiones y maquinaria vial estaba completamente cubierto por las aguas rojizas, y apenas se podían ver los techos de los vehículos.
Hay al menos 15.000 personas en refugios, y más de un millón de hogares en la región están sin agua. La Defensa Civil ha calificado de incalculable la destrucción causada por las inundaciones.
Las escenas de personas atrapadas en los tejados de sus hogares esperando ayuda y de pequeños barcos y canoas navegando sobre las calles y avenidas inundadas son cada vez más comunes. Camionetas 4×4 están asistiendo en cruces imposibles.
El gobernador del estado, Leite, afirmó que se necesitará un «Plan Marshall» para reconstruir la región una vez que las aguas retrocedan y las lluvias cesen. Sin embargo, en este momento, la atención está centrada en asegurar el suministro de víveres y en mantener la cadena productiva en este estado agropecuario, que es el quinto PIB de Brasil y uno de los más pujantes del país.
Sebastiao Melo, el alcalde de Porto Alegre, ha instado a la población a racionar el agua, después de que cuatro de las seis plantas de tratamiento de agua de la ciudad tuvieron que ser cerradas.
La situación ha dejado a Porto Alegre prácticamente sitiada. La Policía Rodoviaria ha informado que los accesos a la ciudad desde el sur están cortados a unos 15 km de distancia, mientras que el acceso desde el norte aún es posible. El aeropuerto internacional de Porto Alegre suspendió sus operaciones el viernes por tiempo indeterminado. También se ha observado un corte gradual de la electricidad en diversas zonas.
El número de desaparecidos sigue aumentando, y actualmente se cifra en 103 personas, con 155 heridos. Sin embargo, el aislamiento de algunos municipios hace temer cifras aún más trágicas.
El desastre ha obligado a 80.500 personas a abandonar sus hogares, según el último informe de la Defensa Civil.
Francisco Eliseu Aquino, climatólogo brasileño, atribuye este «cóctel desastroso» al cambio climático y al fenómeno meteorológico de El Niño, que han fomentado las devastadoras lluvias que azotan el sur de Brasil y otros eventos extremos. Porto Alegre, fundada por inmigrantes portugueses en 1772 y ubicada en medio de una enorme cuenca hidrográfica, se desarrolló bajo la influencia de su puerto, que ha sido clave para el crecimiento de Brasil, según la Corporación Andina de Fomento (CAF).