En un intento de revitalizar su imagen política, el ex presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha adoptado una táctica de marketing inteligente y precisa, presentándose como víctima de persecución judicial. Este movimiento, que surge en el marco de la campaña para las elecciones municipales de octubre, resalta la habilidad de Bolsonaro para maniobrar en el volátil escenario político brasileño.
Su estrategia parece estar centrada en la demonización de sus oponentes políticos y en la creación de una figura del «otro», a la que culpa de los problemas del país. En este caso, el blanco de su ataque verbal es el ex presidente Lula da Silva, a quien Bolsonaro califica como «el mayor ladrón de la historia de Brasil», además de tildarlo de ser un seguidor de Fidel Castro, Nicolás Maduro y Irán.
Este discurso, aunque polémico, ha tenido un fuerte impacto en las bases de Bolsonaro, que incluyen a los sectores más conservadores de la sociedad brasileña. Este movimiento, conocido como bolsonarismo, parece estar inspirado en algunas de las corrientes más radicales del conservadurismo estadounidense y del sionismo.
Un aspecto interesante de este movimiento es su fuerte vinculación con las iglesias evangélicas de Brasil, que han proporcionado un caldo de cultivo para las ideas de Bolsonaro. La esposa de Bolsonaro, Michelle, es una figura influyente en este sector por su activismo religioso, y algunos ven en ella a una posible sucesora de Bolsonaro.
La declaración de Michelle Bolsonaro, «Es por los valores, es por los principios, es por el reino de dios establecido en la tierra», refleja la base ideológica del bolsonarismo. Este movimiento se presenta como un defensor de los «valores tradicionales» y de la «ley y el orden», y utiliza un lenguaje religioso para legitimar sus ideas y acciones.
El pastor Silas Malafaia, uno de los líderes religiosos más influyentes de Brasil, desempeña un papel crucial en este movimiento. Malafaia ha sido un importante impulsor de las convocatorias de los fieles a los actos del bolsonarismo, y su influencia va más allá del ámbito religioso, extendiéndose a la política y a la sociedad en general.
El bolsonarismo también ha sabido explotar el poder del espectáculo y del entretenimiento para movilizar a sus bases. Durante los actos públicos del movimiento, se ha recurrido a técnicas de arenga y a música incidental para aumentar la teatralidad y el impacto emotivo de los discursos de Bolsonaro.
Los bolsonaristas parecen estar buscando nuevos modelos a seguir y han encontrado uno en la figura del multimillonario Elon Musk, a quien Bolsonaro ha calificado de «mito». Esta admiración por Musk, cuyo éxito empresarial y personal es ampliamente conocido, refleja la creencia del bolsonarismo en el poder del individuo y en la capacidad de la iniciativa privada para solucionar los problemas del país.
En conclusión, el bolsonarismo es un movimiento político complejo y multifacético que combina elementos del conservadurismo, del evangelismo y del populismo para crear una potente fuerza política. Su líder, Jair Bolsonaro, ha demostrado una notable habilidad para utilizar diversas tácticas de marketing para perpetuar su influencia y mantener a sus seguidores movilizados y comprometidos.